Crisis migratoria: Europa del Este y los Balcanes rechazan a los migrantes que necesitan

Foto: Refugiados sirios descansan cerca de la estación de tren de Tornavik, en Croacia, el 17 de septiembre de 2015 (Reuters).

IRENE SAVIO. ZAGREB / El Confidencial .- Enfundado en una polo y unos vaqueros de marca, Muhammad, treintañero de Alepo, palpita por llegar a su destino, Alemania. Está en el campamento de refugiados de Opatovac, entre Serbia y Croacia, y se lo cuenta a Sandra Walech, voluntaria sirio-croata del Centro por la Paz de Zagreb que ayuda a identificar a los que van llegando al centro.

“El pasaporte ya no lo tengo, lo perdí en el mar la noche que cruzamos hasta Grecia. Pero mi certificado de estudios, que acredita que estoy licenciado en Economía, sí. Lo tengo guardado en un lugar seguro”, cuenta Muhammad.

Personas como tú harían falta, pero no quieren que te quedes en Croacia o en Hungría”, lo tranquiliza con una sonrisa Walech.

Desde hace tiempo ya, pero con más intensidad en las últimas semanas, miles de migrantes sortean todo tipo de obstáculos, algunos mortales, poniéndose en ruta hacia Europa. En sus travesías, a menudo acompañados de chiquillos de pocas primaveras, están sufriendo el hostigamiento de gobiernos de varios estados pertenecientes a la Unión Europa (UE). Algunos países los rechazan incluso esgrimiendo motivos étnicos y religiosos (véase Hungría y Bulgaria), otros han levantado vallas que dificultan su paso (Grecia, Bulgaria, Hungría), otros (Hungría, República Checa, Eslovaquia y Rumania) incluso han torpedeado el acuerdo de mínimos de la UE sobre la repartición de 120.000 personas de aquí a 2016. Un último grupo -Polonia, Finlandia y los bálticos- lo han aceptado a regañadientes o se han abstenido de pronunciarse al respecto.

En toda la región no son pocas las industrias de tecnologías punta, manufactureras y constructoras que precisan nuevos trabajadores para hacer frente a sus necesidadesSin embargo, informes y analistas subrayan la insensatez de la negativa a hospedar migrantes que manifiestan algunos países europeos, en especial aquellos con las economías más frágiles. Porque, subrayan los expertos,negarse a acoger inmigrantes y refugiados es ilógico desde un punto de vista económico. Una de las razones es la mayoría de los antiguos y actuales miembros del Acuerdo Centroeuropeo de Libre Cambio (CEFTA), que incluía los países balcánicos y a los del Este de Europa, necesitan trabajadores en edad laboral.

“En toda la región, no son pocas las industrias de tecnología punta, las manufactureras, las constructoras y, en el caso de Croacia, también el sector naval, que precisan nuevos trabajadores para hacer frente a sus necesidades”, dice a El Confidencial Drago Zuparic Iljic, sociólogo de la Universidad de Zagreb y del Instituto de Estudios sobre la Migración y las Etnias. “A causa de fenómenos como la fuerte emigración de sus propios ciudadanos en años pasados y el envejecimiento de su población, se necesitan personas cualificadas y sin cualificar”, añade Zuparic Iljic, quien subraya que más del 50% de los refugiados que están llegando son hombres en edad laboral.

Policías antidisturbios húngaros se enfrentan a migrantes en Roszke, frontera con Serbia. (Reuters)
Policías antidisturbios húngaros se enfrentan a migrantes en Roszke, frontera con Serbia. (Reuters)

Necesitados de extranjeros

Varios estudios, basados en información de instituciones y ONG’s, relatan esta paradoja. De acuerdo con el informe ‘Proliferation of Migration Transition‘, que analizó la situación de siete países -Hungría, República Checa, Croacia, Malta, Bulgaria, Eslovenia y Polonia-, existe incluso el riesgo de que las economías de Europa del Este y de los Balcanes se estrellen si se interrumpe el (ya escaso) flujo de migrantes que se afincan en sus países. Es el caso, como señala una de las autoras del documento, Tereza Blahoutová, de República Checa. El país posee una economía que depende de “una continua oferta de mano de obra barata extranjera” y que, por ello, corre el riesgo “de colapsar si los migrantes deciden abandonar el país”, relata el documento. Así y todo, ya entre 2008 y 2011, el país perdió 88.000 extranjeros con un regular permiso de trabajo.

De igual forma, significativa es también Polonia. Tanto que Donald Tusk, exprimer ministro polaco y actual presidente del Consejo Europeo, provocó un clamor en su país natal cuando, en 2008, lanzó la campaña ‘¿Tienes intención de regresar?‘. Gastándose cuatro millones de zloty polacos (alrededor de un millón de euros) en su escaparate publicitario, Tusk soñó así con recuperar los miles de polacos que emigraron en el pasado. No obstante, el resultado fue un fracaso, o casi. La prueba es que, como recordaba recientemente ‘The Economist’ citando datos de la consultora ManpowerGroup, dos de cada cinco empresas en Polonia tienen hoy una apremiante necesidad de encontrar trabajadores.

Igualmente, basta con echar un vistazo a la curva demográfica de la xenófoba Hungría, de Bulgaria, de Eslovenia e incluso de Bosnia, para tener una idea de por qué compañías públicas y privadas se encuentran en apuros. SoloBulgaria ha perdido 1,6 millones de habitantes en las últimas dos décadas, mientras que Bosnia pasó de 4,4 millones de habitantes en 1991 a 3,8 millones en la actualidad. Y, por supuesto, esto ha afectado directamente a las cajas del Estado, las cuales soportan gastos crecientes por el aumento en el número de pensionistas y la disminución de personas que producen.

En el caso de Europa del Este, el declive demográfico está frenando la expansión económica de la que la región se está beneficiando desde la entrada en la UE. “Casi el 80% de los proveedores del sector automotriz eslovacos considera que la falta de personal cualificado está frenando su crecimiento”, se lee en el informe ‘Automotive Suppliers Survey‘ de 2015, que analiza el desarrollo de esta industria en Eslovenia. Al sector público no le va mucho mejor. En Hungría, el 40% de los médicos tiene más de 60 años y 200 estructuras no tienen ningún doctor, en especial en el Este y Norte del país. En Polonia, hay una enfermera por cada 1.000 pacientes y el 29% se jubilará en 2022.

Ahora bien, aunque no es difícil encontrar refugiados que se definan como profesionales -ingenieros, economistas, abogados-, no hay estudios definitivos que indiquen cuántos migrantes tienen una educación superior o universitaria terminada. Son muchísimos los sirios que ostentan un excelente inglés, mientras que otros colectivos, como los afganos e iraquíes, tienen mayores dificultades para comunicarse.

Refugiados sirios caminan por una vía de tren hacia un centro de internamiento en Roszke, Hungría. (Reuters)
Refugiados sirios caminan por una vía de tren hacia un centro de internamiento en Roszke, Hungría. (Reuters)

Sin voluntad, ningún progreso

El gran problema es que no hay voluntad política. Los migrantes necesitan de tiempo para integrarse, lo que requiere de políticas a largo plazo. Políticas que no existen. Precisamente a causa de que Europa del Este y los Balcanes son un bloque de países que tradicionalmente ha enviado emigrantes -y no recibido inmigrantes- faltan programas eficientes para aprender el idioma local -como acontece en Alemania, por ejemplo-, así como sistemas adecuados para que los extranjeros puedan homologar sus títulos escolares o universitarios y, en algún caso, también para permitirles comprar inmuebles y casarse.

Este es el motivo por el cual los refugiados no quieren quedarse en esos países, como también subraya la abogada Jasna Barberić, autora de un informe de ACNUR elaborado un año después de la entrada de Croacia en la UE. Según Barberić, “más del 80% de los solicitantes de asilo ha abandonado Croacia antes de que su aplicación fuera estudiada”, un fenómeno “que no sufrió cambios incluso tras la entrada del país en la UE”. Más bien lo contrario. De hecho, el número de solicitantes de asilo en Croacia registró una caída del 9% entre2013 y 2014, mientras que, en ese mismo periodo, en el conjunto de la UE aumentaron un 32% y un 44% en 2014.

Mientras, hay países como Hungría que están gastando fortunas en levantar vallas y cerrar fronteras. “A pesar de que el Gobierno mantiene oculto el monto exacto, según algunos analistas la valla entre Hungría y Serbia les ha costado a los húngaros 22.000 millones de florines (70 millones de euros)”, explicaba recientemente la húngara Zita Gurmai, presidenta de la Internacional de Mujeres del Partido Socialista Europeo (PES). Entretanto, Hungría ya ha anunciado la construcción de otras vallas con Croacia e incluso Eslovenia, país que se encuentra en el espacio Schengen. Otro caso es el muro entre Grecia y Turquía, por el que el país helénico pagó tres millones de euros. Una valla de 10,3 kilómetros de longitud y cuatro metros de alto, sufragada enteramente por el Gobierno heleno, pues la UE se negó a aportar dinero.

Incluso peores repercusiones, por el daño económico inmediato, ha ocasionado la decisión de Croacia de cerrar su frontera con Serbia, medida que duró más de una semana y que solo fue levantada después de que interviniera la Comisión Europea. Todo esto, tras un ping-pong de insultos, represalias, ataques a través de la prensa y brotes de nacionalismo entre los dos países por el bloqueo de decenas de camiones llenos de mercancías provenientes de Serbia y que se dirigían al Norte de Europa. Según Borjan Djuric, de la Cámara de Comercio de Belgrado, el daño ascendió a 21 millones de euros por cada día de cierre. Así las cosas, el incendio está lejos de apagarse. “El primer ministro croata (Zoran Milanovic) es un idiota”, escribía la semana pasada uno de los mayores tabloides serbios, ‘Kurir’, en reacción por la decisión croata de cerrar el confín.

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