Lo que trajo el Papa

Francisco-Plaza-Revolucion-HabanaJosé Luis Rumbaut López.- Lo que esperábamos pasó, como pasan las cosas cuando son del alma: rápido y contundente. Llegó el Papa, habló, explotó las expectativas y declaró lo que muchos querían escuchar pero también lo que otros no quieren.

Es que resulta un milagro quedar bien con todos cuando de Cuba se trata. Se criticó a Juan Pablo II que para nada era sospechoso de comunista, e incluso se le adjudica la coautoría del fin del socialismo real en Europa. Lo dicen de Francisco que ha mantenido una posición alejada de los poderosos y más apegada a los pobres y sus problemas. Para algunos se acerca más a la Teología de la Liberación que a la liturgia católica más ortodoxa.

Su posición francamente contraria al capital, como diría un colega que admiro, no es casual: resulta coherente con su formación y su compromiso, y con la cruzada de limpieza de imagen que ha encabezado luego de sustituir a Benedicto XVI. La defensa de un ideal abiertamente contrario a los designios que se identifican con el capitalismo es un discurso bienvenido en Cuba, aunque entre col y col, escuchemos algunas verdades que puedan ser incómodas para el gobierno.

Lo hizo a su llegada, incluso unas horas antes cuando conversaba con jóvenes de diversos credos en vivo desde La Habana y Nueva York: construir puentes, desbloquear la comunicación, buscar la amistad social, la concordia entre los pueblos. Lo que trajo el Papa Francisco al Caribe es un mensaje donde la unidad entre los pueblos estaría por encima de ideologías y grupos de personas.

Ha dicho que la crisis de la educación en el mundo provoca rupturas en la comunicación que resulta imprescindible entre las culturas que hoy parecen enfrentadas. El diálogo es base para resolver los graves problemas de nuestro tiempo. El diálogo, un espacio donde no parece sentirse cómoda ninguna de las partes del conflicto cubano.

Convertir el diálogo en la manera de solucionar las divergencias del país es un objetivo tanto de la política vaticana en general como de este viaje pastoral en particular. Si esto se lograra, sin dudas podemos considerar a Francisco como un Santo, y su visita, un éxito total.

Porque cada día los cubanos estamos más divididos, más encontrados, y mantenemos de hecho un status quo impuesto hace muchos años, obsoleto y de necesaria renovación, pero no sólo del comportamiento de quienes tienen hoy el poder en Cuba sino de quienes se lo disputan. Ambos pecan del mismo problema: una extrema intolerancia que convierte postulados contrarios en visiones muy semejantes.

En Cuba ha hablado un latinoamericano, un argentino en un país que ama a los argentinos; ha hablado un estadista de altura con una experiencia y un discurso que sería imposible de rebatir por el gobierno y es blanco, increíblemente, de quienes buscan verdaderos cambios en la isla. Un hombre que llegó con la sinceridad de saludar a renglón seguido a Fidel Castro y a todos los cubanos con los cuales “no se podría reunir”. ¿A quiénes se refería? A todos, y es lo que pocos entienden. A todos los que son responsables de la concordia con que debemos enfrentar los cambios que estamos pidiendo, exigiendo, y en los cuales parecería que no queremos participar.

papa y la virgenEl Papa Francisco nos ha traído un mensaje de esperanza y concordia, de amor y hermandad, bajo el manto de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Esa que es para todos los cubanos, estén donde estén, crean o no crean. Una Virgen que acompañó las guerras mambisas por la liberación y la independencia, que significa el mestizaje y la diversidad de un país que en su unidad mezcla razas e ideologías, pero que se afianza en una nacionalidad, en un lugar común donde nace el alma (a veces incluso físicamente nacemos o estamos fuera, pero nos sentimos de allí, puedo decirlo por experiencia propia); una Virgen a quien este hombre vestido con la voluntad de una religión y millones de seguidores piensa encomendarse, y pedir por su pueblo.

Un hombre que no citó a Loyola, sino a Martí, para recordarnos que la Patria está por encima de sus individuos. Nos habló de servicio, de pasión y del concepto de cohesión moral ante un mundo en “la Tercera Guerra Mundial por etapas”, ante un mundo que se necesita abrir para acoger un país que también deberá acogerlo a ellos. Francisco nos trajo el mensaje de unidad que mucho necesitamos, pero sobre todo nos dejó un pedido: “No tengan miedo. ¡El miedo paraliza!”

Y lo que ayuda a evitar los cambios, a hermanar naciones no es la paralización; sino el movimiento, la energía y el esfuerzo que demanda entender y atender problemas que están por sobre todos nosotros. Lo dijo Francisco en ese mensaje directo, mirando a los ojos de jóvenes norteamericanos y cubanos que desde ambos lados del problema son, a todas luces, su solución.

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