Bienaventurado quien no se sienta en la silla de los burladores. Salmo 1:1-6

Mentir se ha convertido en una práctica cotidiana. Nos hemos habituado a las falsedades, y en un mundo lleno de simuladores y embusteros, vestirse con la verdad es un acto suicida. Rumores, exageraciones, autoengaños; todo eso es moneda corriente. Mentiras piadosas, truculentas, vulgares… cientos para elegir. Pero hay una mentira que no podemos tolerar: la mentira burda.

La mentira burda nos sacude y nos indigna; nos hace sentir como idiotas. En una palabra: nos humilla. Es la mentira del inepto, del mediocre, de la bestia infeliz que no tiene nada que aportar, que quiere brillar sin ser estrella, que quiere presumir sin tener porte. Y en su incapacidad para idear una buena mentira, la imponen como un mandato, como si el mundo entero estuviera bajo régimen militar.
Así no, chavistas, así no. Sean más creativos. Respeten la inteligencia humana. Este planeta está lleno de personas con un intelecto promedio.
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Váyanse bien lejos a llorar sus mentiras. Tengan algo de decencia, por el amor de Dios, y dejen descansar a ese pueblo. Tanto atropello. Tanta incapacidad insultante. La gente no soporta más.