La reciente cumbre efectuada en Chile puede calificarse de un sonado fracaso. Convocada por el presidente de Chile, Gabriel Boric, su más notoria característica fue la escasez de asistentes: solo concurrieron los presidentes Gustavo Petro, de Colombia; Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil; Pedro Sánchez, de España; y Yamandú Orsi, de Uruguay. Una cumbre de concordantes: todos de izquierda.

Luis Álvarez Álvarez

Esta composición ya sugería el fracaso: fue una cumbre ideológica, y no una reunión para analizar el estado y defensa de la democracia. Se trató, además, de una reunión hispanohablante, pues, por citar un caso, Mark Carney, el primer ministro de Canadá, se excusó. Y no fue el único: llamó mucho la atención que Claudia Scheinbaum, pasó a ser una de las más notorias ausencias, dada su posición de izquierda.

Más que política, fue una reunión ideológica mucho. Y una demostración de la crisis de la izquierda en el mundo hispánico. La defensa de la democracia no es un interés exclusivo de la izquierda: es un tema que interesa tanto a ella como a la derecha. Pero uno de los tópicos inevitables de la neohabla socialista es el de que la democracia solo es posible dentro de su ideología. Esto ha sido sistemáticamente desmentido por la reiterada tendencia de los gobiernos socialistas a un autoritarismo apenas velado.

Las conclusiones de esta cumbre de Chile vuelven una vez más sobre este tópico, pero son de todos modos interesantes. La declaración final se expresa contra el autoritarismo, pero sin ir más allá de esa denominación nebulosa: ¿hubiera querido alguno de los mandatarios asistentes nombrar directamente a la actual administración norteamericana? Estoy seguro de que sí, pero obviamente no hubo consenso para desafiar los riesgos políticos y económicos de expresarse con claridad. Y a esto se redujo todo. ¿Fisuras? Ninguna mención a los regímenes de Rusia, Irán, China, Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua o Cuba: los amigos del alma no pueden ser censurados por ningún motivo, sobre todo si se lo merecen. Es la hipocresía fundamental de la izquierda en cualquier latitud. Pero no fue el único punto enteramente cuestionable.

 Ante todo hubo graves inconsecuencias. Pedro Sánchez, que apareció de pronto como una especie de mentor europeo de esa izquierda maltrecha, está siendo fuertemente cuestionado en su propio país por sus maniobras antidemocráticas y autoritarias: no es, desde luego, la voz más autorizada para hacer tales declaraciones. De Gustavo Petro es innecesario hablar: su imagen es cada vez más una negación de la democracia. Se habló de la democracia sin sentido de la realidad, porque ello hubiera exigido un verdadero análisis, que hubiera involucrado a varios de esos pocos asistentes. Uno de los problemas que realmente afecta a la democracia actual, sea de izquierda o de derecha, es la corrupción gubernamental, presente en el mundo entero, ya sea en la Unión Europea o Venezuela. Afecta, desde luego a gobiernos de izquierda, en países como México, Brasil, desde luego Colombia, y se puede señalar que ni Chile ni Uruguay están completamente ajenos a semejante lacra.

Una vez más, se produjo una reunión sin otra consecuencia que proclamar las supuestas excelencias  de una ideología… y nada más. Mientras, los pueblos siguen esperando.