Esther Suárez Duráan.- Un amigo me envía un correo con un breve artículo que encabeza esta sentencia: “Les Voix Humaines, un festival de lujo que no volverá”.
El artículo explica que su Directora, la musicóloga Isabelle Hernández lo declaró así, desde un inicio, dada la escasez de recursos y la falta de suficiente patrocinio para un evento de esta categoría.
El texto se detiene luego en la situación precaria de algunas instalaciones teatrales cubanas y en la escasa difusión en los medios, de lo que ha acontecido, al final, no obstante, deja alguna esperanza basada en la toma de conciencia y la valoración de la trascendencia y necesidad de un evento semejante por parte de los decisores y los agentes de la cultura en Cuba.
Debo decir que cuando el maestro Leo Brouwer explicó en la TV cubana de qué se trataba, y me refiero solamente a la parte central y convocante, que es el programa musical, de inmediato pensé que estábamos ante el evento más importante que se ha organizado en Cuba desde los años 90. Preciso, más importante que el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, que perdió sus recursos de apoyo en aquella fecha y nunca más los ha recuperado, y con ellos su esplendor; y más importante que el Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Desde los ya legendarios Festivales de la Canción en Varadero no hemos tenido nada semejante, aunque debo decir de este evento, que la imaginación, alcance de pensamiento y el prestigio que el Maestro Brouwer nos ha regalado, no tiene parangón en Cuba, en cuanto a la música. Cosa curiosa.
El Festival Les voix humaines fue referido por el Maestro Brouwer y por su Directora, la musicóloga Hernández como un evento de “música inteligente”. Nadie habló de música “culta”, con lo cual queda claro que ya se ha trascendido esa forma de pensamiento. ¿A qué se opone una música “inteligente”? Únicamente a la vulgaridad, el facilismo, la banalidad, la tontería, el intrusismo, entre otros males. Léase el reguetón, la salsa, la timba, la rumba, la canción romántica o no –no importa el ritmo o el estilo en que se envuelva— de baja ralea.
Con Les voix humaines –que lo agradezco desde estas líneas al Maestro Leo Brouwer como un hermoso gesto cívico y artístico para su pueblo– estamos, sin discursos, solo con la presencia entre nosotros de “otra cosa” combatiendo toda la basura que contamina desde hace años a la producción de música en Cuba, o que se hace pasar por “música”, y envilece y embota los sentidos de quien la produce y de quienes la consumen.
Desde la Oficina del Maestro Brouwer llegó el aporte y la estrategia para recuperar la música cubana y, sobre todo, el gusto por la música del cubano de hoy.
En efecto, a quien escuche cantar a Dulce Ponte o a Take 6 no hay modo de pasarle gato por liebre. Eso es arte. Sobran los discursos y los debates.
La pregunta que viene ahora es: ¿nos vamos a quedar sin esta opción prodigiosa? ¿No se repetirá? ¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados y lenguas mudas? A quienes hemos podido tocar el cielo en estos días nos toca ahora devolver el gesto, porque lo que queda claro es que el silencio de los medios con respecto a las maravillas que han transitado por nuestros escenarios (que han sido variados) no es una señal sin sentido. Entonces, si también los medios han enmudecido y no han cubierto como se esperaba un cónclave de estrellas semejante, nos toca tomar la voz a todos los demás, sumar la nuestra a Les voix humaines y hacerlas cada vez más extensas y espléndidas.